El asesinato de Abe acaba con el mito de un Japón seguro y pacífico
Perpetrado con un arma casera por un exmilitar, el atentado rompe la elevada seguridad de este país
Profunda conmoción en Japón por el asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe, el político nipón más influyente y poderoso en lo que va de este siglo XXI. A la monstruosidad que entraña todo atentado se suma la incredulidad porque Japón es un país ... que destaca por su seguridad y la ausencia de radicalismos políticos. Aunque todas las preguntas están por responder, ya se saben algunos detalles que arrojan un poco de luz a este magnicidio que ha sorprendido al mundo.
Eran las 11:30 de la mañana (4:30 de la madrugada, hora peninsular española) cuando Abe estaba dando un mitin a las puertas de una estación de tren en Nara, una apacible ciudad al suroeste de la isla principal de Honshu famosa por sus templos y por los ciervos que se pasean por sus calles para regocijo de los turistas. Aunque Abe había dimitido como primer ministro hace dos años por sus problemas de salud, seguía activo en política y continuaba siendo una de las figuras más populares del hegemónico Partido Liberal Democrático (PLD). Aprovechando su tirón, se había desplazado hasta Nara para apoyar a su candidato local en las elecciones a la Cámara Alta del Parlamento nipón, que se celebran mañana domingo.
Como suele ser habitual en Japón, donde los políticos hacen campaña en pequeños actos en la calle o recorriendo las ciudades en furgonetas, se había subido a un estrado para dirigirse a los asistentes con pocos guardaespaldas alrededor. En este caso, además, parece que hubo un estrepitoso fallo de seguridad. Ataviado con un pantalón marrón y una camiseta gris, y cubriéndose el rostro con una mascarilla, el agresor se acercó a solo tres metros por detrás de Abe antes de dispararle dos veces por la espalda. Como se aprecia en un vídeo, Abe incluso se giró hacia él tras el primer tiro y se quedó inmóvil un instante hasta que recibió el segundo. En ese momento, los guardaespaldas se abalanzan sobre el asaltante para reducirlo, pero no protegen a Abe, que se desploma herido en el suelo.
Según la agencia de noticias Kyodo, el asesino se llama Tetsuya Yamagami y es un antiguo militar de 41 años que fue detenido de inmediato. A tenor de la televisión Fuji, formó parte de las Fuerzas Marítimas de Autodefensa durante tres años, entre 2002 y 2005, y actualmente estaba en el paro. Aunque se desconocen sus motivos para atentar contra Abe, está claro que lo odiaba tanto como para matarlo, pero no sabe si por razones ideológicas. Tras su arresto, al que no opuso resistencia, la Policía registró su casa, donde halló objetos «parecidos a explosivos».
Tal y como se ve en las imágenes del atentado, usó un arma de fabricación casera, una especie de escopeta con dos cilindros unidos con cinta adhesiva a modo de cañones recortados. Desatando el pánico y la confusión, sus disparos sonaron como una explosión, mientras del arma salía un espeso humo blanco y un fuerte olor a pólvora según relataron testigos presenciales a los medios nipones.
Con la camisa empapada en sangre por los balazos en el pecho y el cuello, Abe yacía en el suelo con los ojos cerrados mientras los miembros de su equipo intentaban contener la hemorragia con sus manos. Aunque fue trasladado en helicóptero al Hospital Universitario de Nara, había perdido mucha sangre por las dos heridas en el cuello y una de las balas le había alcanzado el corazón. Sin constantes vitales, los médicos intentaron hacerle dos transfusiones para resucitarlo, pero solo pudieron certificar su muerte a las 17:03 (10:03 en España).
Acto bárbaro
Tras regresar a Tokio desde la prefectura de Yamagata, donde también hacía campaña, el primer ministro, Fumio Kishida, condenó «en los términos más fuertes posibles» este «acto bárbaro, que jamás debería ser tolerado». Para demostrar que el atentado contra Abe, de 67 años, no interferirá en la democracia nipona, Kishida anunció que las elecciones de mañana se celebrarán como estaba previsto. Pero, eso sí, bajo la conmoción que ha sacudido a Japón, donde impera un estricto control sobre las armas y está vigente la pena de muerte por ahorcamiento para los asesinatos.
Buena prueba de esta seguridad es que el año pasado solo hubo un muerto por arma de fuego en los diez tiroteos registrados por la Policía, de los que ocho estaban relacionados con la mafia local, la «yakuza». Para un país con 125 millones de habitantes, las cifras en años anteriores son también extremadamente bajas: cuatro en 2020 y 2019, dos en 2018 y tres en 2017.
Pero este atentado ha revivido el fantasma del asesinato del alcalde de Nagasaki, el pacifista antinuclear Itcho Ito, en abril de 2007 a manos de un gánster de la «yakuza». «Este crimen, que ha tenido lugar en medio de la campaña electoral, es una amenaza para la democracia. Debemos erradicar firmemente la violencia», advirtió entonces Shinzo Abe como primer ministro. Como una extraña premonición, el alcalde de Nagasaki también fue abatido por la espalda en una estación de tren y su verdugo, número dos de la banda Suishin-kai, tenía el mismo nombre de pila: Tetsuya. Según recogieron entonces los medios nipones, el asesinato no fue por motivos políticos, sino por una venganza personal.
Consternación internacional
A la espera de conocer la confesión del asesino de Abe, el mundo de la política internacional mostró ayer su consternación. Mientras numerosos japoneses depositaban flores y rezaban en el lugar del crimen, los principales líderes del planeta ofrecían sus condolencias. «Conmocionado, furioso y profundamente entristecido», el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, elogiaba a Abe por ser un «campeón de la alianza entre nuestras naciones y de la amistad entre nuestros pueblos» y auguraba que «su visión de una región del Indopacífico libre y abierto perdurará».
En esta misma órbita ideológica, su muerte era llorada por los dirigentes del Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, mientras que el primer ministro de la India, Narendra Modi, lo definía como su «querido amigo». Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, criticaba el «asesinato brutal y cobarde» de «una persona maravillosa, gran demócrata y paladín de un orden mundial multilateral».
Incluso la oficina del presidente ruso, Vladímir Putin, enviaba sus «más profundas condolencias» a la madre y a la esposa de Abe, llamándolo «político excepcional» pese a sus disputas.
Claves del magnicidio
En una ciudad tranquila
El ex primer ministro Shinzo Abe fue disparado en Nara, una tranquila ciudad del suroeste de la isla principal de Honshu a la que se había desplazado para apoyar al candidato local en las elecciones a la Cámara Alta del Parlamento nipón, que se celebran mañana.
En plena campaña
Durante período electoral, es frecuente que los líderes políticos participen en pequeños actos por todo Japón. Abe fue asesinado mientras daba un discurso subido a un estrado dispuesto para la ocasión. Un fallo de seguridad permitió al tirador acercarse a pocos metros de su víctima.
Dos disparos
Las imágenes del tiroteo son estremecedoras. Como se aprecia en el vídeo, se escucharon dos detonaciones, que causaron la confusión de los asistentes. El tirador disparó a Abe dos veces por la espalda, antes de que los guardaespaldas lograran reducirle.
Un exmilitar
El autor del tiroteo es Tetsuya Yamagami, un antiguo militar de 41 años que estaba en paro, cuyo móvil se desconoce y que empleó una escopeta de fabricación casera para acabar con la vida de Abe. En su domicilio, la Policía encontró objetos «parecidos a explosivos».
Suceso inesperado
Japón ha quedado conmocionado por la muerte del ex primer ministro, que abandonó el cargo en 2020 debido a sus problemas de salud. El país asiático aplica un estricto control en el acceso a las armas y castiga con la pena de muerte por ahorcamiento a los culpables de asesinato.
Aunque el portavoz de Exteriores de China, Zhao Lijian, se mostraba «conmocionado» y aseguraba que Abe había hecho «grandes contribuciones para mejorar y desarrollar las relaciones bilaterales», los nacionalistas radicales celebraban su muerte en las redes sociales debido al fuerte odio que hay en este país contra Japón por las atrocidades cometidas durante la ocupación (1931-1945). Y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, por fin enviaba sus «palabras de consuelo y condolencias a la familia y al pueblo de Japón», después de varias horas de silencio tras el atentado.
Desde España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, condenaba «el terrible ataque que ha acabado con la vida del ex primer ministro de Japón» y mostraba su pesar.
Para la Historia quedarán su afán por reformar la Constitución pacifista de Japón y sus «Abenomics» para relanzar la economía nipona. Para la memoria popular, su sorprendente aparición disfrazado de Super Mario para recibir el relevo olímpico de Tokio 2020 durante la clausura de los Juegos de Río de Janeiro en 2016. Una broma que acercó su figura al público de todo el mundo y consolidó su prestigio durante su segunda época al frente de Japón, pese a que no pudo inaugurarlos por su aplazamiento por la pandemia primero y luego por sus problemas de salud. Al igual que Kennedy, Gandhi, Gregorio Ordóñez o Miguel Ángel Blanco, de quien se cumplen 25 años de su muerte, Abe se une a larga lista de políticos que caen víctimas del odio.